Hoy empezamos una serie de cuatro artículos en los que trataremos de explicar de la mejor manera posible en qué consisten los diferentes tipos de tecnologías que permiten la transformación de la energía térmica del sol en energía eléctrica.
La radiación del sol ha sido empleada a lo largo de toda la humanidad como la principal, hay quién dice que casi única, fuente de energía. De hecho, libera más energía en un segundo que toda la energía consumida por la humanidad desde su inicio. La energía del Sol se puede emplear, o bien directamente como energía térmica, como es el caso de los colectores solares para generación de agua caliente, o para su transformación en energía eléctrica, ya sea a través de paneles fotovoltaicos , que analizaremos en artículos posteriores, o sistemas termosolares.
El principio de funcionamiento de cualquier tecnología termosolar es básicamente el mismo: “aprovechar la energía térmica recibida del Sol”; y la gran diferencia entre ellas es el “cómo”. Generalmente, este tipo de instalaciones captan el calor del sol mediante sistemas de espejos (heliostatos) o lentes que permiten concentrar gran cantidad de energía para calentar un fluido o en algunos casos, fundir sales con el fin de acumular energía.
El fluido caliente es empleado para intercambiar su energía térmica con agua y producir de este modo vapor a muy alta temperatura. En algunos casos, como en la generación de energía eléctrica con motores Stirling, el fluido que se calienta es directamente el encargado de realizar el trabajo que permite la generación de electricidad. El vapor producido se hace pasar a través de una turbina que al girar (aquí puedes ver cómo funciona una turbina de vapor) va produciendo la energía eléctrica en el alternador que más tarde consumiremos en nuestros hogares.
El mayor hándicap de este tipo de tecnologías viene dado por el gran consumo de agua asociado, si bien no es superior al de un ciclo combinado, y la inversión a realizar, generalmente muy por encima de la necesaria en una central de gas, por ejemplo.
Por el contrario, se trata de una energía renovable e inagotable, lo que la convierte en una gran posibilidad de futuro, así como una alternativa mucho más ecológica que permita reducir el calentamiento global. Además, cabe añadir que algunas de estas tecnologías ya han conseguido prolongar la producción de electricidad durante las 24 horas del día en las épocas de mayor radicación gracias al almacenamiento térmico. La poca flexibilidad de la energía solar ha sido siempre argumentada como el principal inconveniente para su implantación a un mayor nivel.
En los próximos artículos analizaremos tres tipos de tecnologías termosolares de última generación: el cilindro parabólico, la torre solar con campo de heliostatos y el generador con motor Stirling.
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